Pedro Segura y Sáez

Su nexo con el Colegio de Huérfanos del Telégrafo
Pedro Segura y Sáez: De origen humilde, nació en Carazo (Burgos) el 4 de diciembre de 1880, falleció en Madrid el 8 de abril de 1957. Fue un clérigo español que ocupó a lo largo de su carrera varios puestos en la jerarquía eclesiástica: Obispo Auxiliar de Valladolid, Obispo de Coria, Cardenal Arzobispo de Burgos, Cardenal Primado de Toledo y, tras la Guerra Civil, Cardenal Arzobispo de Sevilla. En Coria (Cáceres) tuvo ocasión de conocer al rey Alfonso XIII, a quien acompañó durante la visita que el monarca realizó en 1922 a la comarca de Las Hurdes.
Su carácter enérgico impresionó al soberano, consiguiendo que se otorgaran importantes ayudas en dotaciones y servicios a la citada zona y la creación de un Patronato para fomentar su desarrollo. El 1 de abril de 1923 fundó el diario Extremadura. La amistad de Alfonso XIII daría sus resultados, ya que el 6 de mayo de 1926 fue nombrado, al parecer a petición del rey, Arzobispo de Burgos, y el 20 de diciembre del mismo año el Papa Pío XI le envistió Cardenal. El birrete cardenalicio le fue impuesto en una ceremonia celebrada en el Palacio Real por el propio rey. Tras su nombramiento como Cardenal, en 1927 fue designado para la Sede Primada de Toledo. En 1931, a pocos días de la proclamación de la República, Segura lanzó una violenta diatriba contra el régimen recién establecido, afirmando en una pastoral: «Cuando los enemigos del reinado de Jesucristo avanzan resueltamente, ningún católico puede permanecer inactivo». Estos hechos hacen que el gobierno republicano presione ante la Santa Sede para que se le sustituya en la archidiócesis de Toledo, y el 13 de mayo de 1931 fue exiliado a Roma. En la Ciudad Eterna el Papa lo recibió con afectuosas y paternales palabras, citándole como “perseguido y mártir de la Iglesia”, pero Segura le interrumpió, diciéndole: “Precisemos las cosas Santidad, yo en realidad he sido expulsado de España por el Nuncio Tedeschini y por don Ángel Herrera” (entonces director del periódico El Debate y de Acción Católica). Cardenal Don Pedro Segura y Sáez.
En Roma también dio que hacer, se le respetaba tanto como se le temía, allí mantuvo su entereza e independencia de siempre. En un proceso de beatificación, siguiendo un protocolo muy riguroso, el Papa reunía y presidía a todos los cardenales de la Curia para “dictaminar sobre las virtudes heroicas de un siervo de Dios”. A uno y otro lado de una gran sala estaban alineados los cardenales a quienes aquel inflexible protocolo no permitía otra respuesta que el sí o el no, sin más palabras. El cardenal Segura estaba sentado en uno de los últimos lugares del lado izquierdo y la votación comenzó por los cardenales que estaban alineados a la derecha, por lo que fue uno de los últimos en emitir su dictamen. Todos los prelados, sin excepción, habían ido diciendo «sí, sí, sí, sí», pero cuando le llegó el turno a Segura, con asombro de todos, dijo: “Santísimo Padre, yo, ante Dios, no puedo decir ni que sí ni que no, porque tengo la certeza de que este proceso de beatificación no ha sido llevado con el debido rigor, por saberse el gran interés que vuestra Santidad tenía en él, los cardenales no lo han estudiado a fondo, por lo que yo, siendo materia grave, en conciencia me veo obligado a manifestarme en estos términos”. El Papa (Pío XI), hombre cultísimo y de mucho carácter, escuchó sin pestañear mientras hablaba al Cardenal español. Cuando Segura terminó, el Cardenal romano que tenía a su lado, conociendo muy bien el carácter del Pontífice, en voz baja le susurró: “Desde este momento Su Eminencia ha dejado de ser Cardenal” . El asombro fue general cuando el Papa se pronunció: “Mi parecer está de acuerdo con lo que ha dicho el Cardenal Segura y Sáenz”, y dando acto seguido las gracias levantó la sesión. Desde ese momento nació una gran amistad entre aquellos dos hombres de carácter recto: integrista Segura y abierto Pío XI.

Hombre de fuerte temple, católico intransigente, opuesto al fascismo y sin tacto diplomático, se ha dicho de él que “sólo inclinó su frente ante el Papa”. Estos rasgos, unidos a su fidelidad a ultranza a la Monarquía le llevaron a enfrentamientos con autoridades de la República, más tarde con la dictadura del general Franco e incluso en más de una ocasión con la Santa Sede.
En plena Guerra Civil es designado para la archidiócesis de Sevilla, de la que toma posesión el 2 de octubre de 1937. Sevilla era por aquel entonces la ciudad española más importante bajo control del bando franquista. Segura se caracterizó en su nuevo puesto por la persecución de las denominadas costumbres inmorales. Por ejemplo, penó con excomunión el bailar agarrado y prohibió que los sacerdotes diesen misa en las poblaciones que celebrasen tales bailes. También decretó excomunión contra todo el que asistiera a la comedia “La blanca doble” . Muy pronto el Cardenal sería una de las pocas voces discordantes, dentro de una iglesia católica muy identificada con la dictadura franquista. Sus enfrentamientos con el Generalísimo fueron muchos y por muy diversos motivos, siendo los más conocidos su oposición a la entrada bajo palio de Franco en las iglesias y catedrales de su jurisdicción, llegando a amenazar con la excomunión a quienes lo permitieran. También la negativa, en contra de lo ordenado por la dictadura, a que se instalaran placas en los muros de la catedral y parroquias de la diócesis con los nombres de los “Caídos por Dios y por la Patria”, hecho que provocó la ira de los falangistas, quienes, en represalia, pintaban periódicamente el emblema del yugo y las flechas en los muros del palacio arzobispal sevillano. Estas pintadas perduraron durante muchos años, incluso después de la muerte del Cardenal.
A comienzos de 1940, el oficial de la Guardia Civil y general republicano Antonio Escobar Huerta había sido sentenciado a muerte por los tribunales militares franquistas. Escobar era un católico convencido, algo que no había ocultado durante la guerra civil en la zona republicana. Segura escribió una carta a Franco pidiéndole clemencia con el antiguo oficial, llegando a decirle: “Si fusila a Escobar no fusila a un hombre, fusila a un santo”, a pesar de ello Escobar fue ejecutado. El gobernador civil de Sevilla enviaba a Franco notas tomadas de los sermones del prelado, entre otras, aquellas donde el Cardenal proclamaba que en la literatura clásica, los caudillos eran los «jefes de una banda de forajidos» y que en los escritos de San Ignacio de Loyola, «caudillo era sinónimo de diablo». Esto dio lugar a que Franco, como antes la República, ordenara su expulsión de España, aunque no llevó a término esta idea.
En el otoño de 1948 el Caudillo realizó un viaje a Andalucía, en el curso del cual se iba a inaugurar Colegio Nuestra Señora de los Reyes, anterior Bonanza un monumento al Sagrado Corazón en San Juan de Aznalfarache, próximo a Sevilla. Franco debía asistir a la inauguración y después a un banquete oficial. En la negociación del correspondiente protocolo, el Cardenal se negó a aceptar el reconocimiento protocolario de la dignidad de Carmen Polo, la esposa del jefe del Estado, por no ser reina, exigiendo que su puesto en la mesa fuera ocupado por él no por ella. La segunda presidencia le correspondía al Cardenal como príncipe de la Iglesia, de otra manera él se abstendría de asistir.
Por esas fechas los Hermanos Maristas, que tutelaban el colegio ubicado en Bonanza (barriada de Sanlúcar de Barrameda), fueron apartados del centro y reemplazados por sacerdotes de la Diócesis de Sevilla. Este centro recibía el nombre de “Instituto Eclesiástico Diocesano Nuestra Señora de los Reyes”, y bajo la tutela del Cardenal Segura, fue el elegido por las Asociaciones Benéficas de Telecomunicación para concentrar a los huérfanos del Cuerpo, que representábamos un tercio del alumnado, todos en régimen de internado. Entre estos alumnos me encontraba yo, autor de este artículo; también otros integrantes de la Asociación de Amigos del Telégrafo de España, algunos ya fallecidos. El centro, tanto en el aspecto material, como humano, de calidad inigualable. Como añoranza una foto del edificio y otra del club de fútbol de telegrafistas del curso 1951/1952.


Uno de los profesores de aquel centro, Rafael Bellido Caro, a la sazón un enjuto curilla de 24 años doctorado en teología, que posteriormente sería nombrado, por Juan Pablo II, obispo de la diócesis Asidonia-Jerez de la Frontera. En la catedral de esta ciudad se puede visitar su sepulcro.
Retornando al Cardenal, hay que citar que cuando Franco se encontraba en Sevilla con motivo de la Semana Santa, el Cardenal, que como menciono se había opuesto a la inscripción de los nombres de los caídos en las iglesias de su archidiócesis, tuvo que sufrir que algunos jóvenes pintarrajeasen la fachada de su palacio con emblemas y consignas o gritos falangistas; el prelado se desquitó cuando llegada la procesión que debía presidir el jefe del Estado se negó a acompañarle, bajo pretexto de una indisposición; achaque tan pasajero que cuando Franco abandonó la presidencia, con arreglo a los usos corrientes para ocupar una tribuna en la plaza del Ayuntamiento, el Cardenal salió de su palacio y asumió la presidencia que Franco acababa de dejar unos minutos antes. Fue un desaire que toda Sevilla comentó, en términos generales con indignación, pero con júbilo por parte de algunos grupos, pues gestos como ése no se prodigaban.

Las gestiones del gobierno de Franco ante la Santa Sede, llevadas a cabo desde muchas instancias, dieron lugar a que, en noviembre de 1954, mientras el Cardenal Segura se encontraba de visita en Roma, el Vaticano designara a José María Bueno Monreal como Arzobispo coadjutor de la archidiócesis de Sevilla, restando al Cardenal muchos de los poderes que ejercía. De facto, hasta el fallecimiento de Segura, hubo en Sevilla dos Arzobispos. Los Hermanos Maristas retomaron la dirección del Colegio de Bonanza y a los huérfanos telegrafistas se nos envió a otro internado en Utiel (Valencia), centro que con nosotros iniciaba la experiencia de internado, aunque en este caso contaba con alumnos externos. La nostalgia nos unió para volver a nuestro colegio años más tarde (2009), valga esta foto para corroborarlo. Don Pedro falleció en Madrid el 8 de abril de 1957; en cumplimiento de su última voluntad su cadáver fue trasladado a Sevilla donde, por orden del general Franco, se le rindieron honores militares. La integridad de su carácter cristalizó en su colegio y alguno de sus alumnos heredamos aquellos rectos y criticables legados. En el siguiente artículo trataré de hablar sobre los Colegios de Huérfanos de Telégrafos. Colegio Bonanza y de Utiel.
Si quieres conocer otros artículos parecidos a Pedro Segura y Sáez puedes visitar la categoría Historia.
Deja una respuesta